Villa Nicolás Bravo, Ajuchitlán del Progreso, México, 1985
Vive y trabaja en Ciudad de México
Como pocos artistas de su edad, Omero Leyva Flores ha mostrado un planteamiento innovador de orden estético y conceptual, que revalora el dibujo y la pintura como medios idóneos para registrar su entorno y las alteraciones que ha sufrido este último –rural, bucólico, periférico— como consecuencia de la globalización.
Con la obsesión repetitiva de un outsider, Leyva lanza su mirada al paisaje apocalíptico y al campo deshumanizado. Los personajes y animales creados, hacen alusión a mitos y leyendas. De igual manera, el artista reflexiona sobre temas como la emigración y las manifestaciones populares (corridos, leyendas, jaripeos, peleas, religión), en los que aparecen imágenes iconográficas como las trocas, la Virgen de Guadalupe, el Sagrado Corazón, el diablo.
El artista destaca por su fuerza innovadora, que incluye el montaje de las exposiciones, la yuxtaposición entre el dibujo y la pintura, reflejado en formatos de distintos tamaños y escalas.